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BIODIVERSIDAD CONTRA LAS PANDEMIAS

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Ante el desconcierto, suena tentador echarle la culpa a un murciélago por este 2020. Es correcto aquello de que el coronavirus -al igual que 75% de las enfermedades infecciosas- es zoonótico. Es decir, que se transmitió de un animal a un ser humano. Sin embargo, la naturaleza está lejos de ser la causa de esta pandemia. Más bien todo lo contrario: puede ser el remedio.

La ecuación es simple. A mayor biodiversidad, menos probabilidades de contraer enfermedades tenemos. La ciencia ya demostró hace tiempo que los agentes patógenos necesitan huéspedes donde alojarse. Es por eso que manteniendo intacta la variedad de especies vivas, se reduce el riesgo de contagio.

Este efecto protector se llama dilución. Y prueba que la falta de biodiversidad es directamente perjudicial para nuestra salud. Para ponerlo de otra forma: si seguimos extinguiendo especies, los humanos tendremos todos los números cuando se rife la próxima epidemia.

La biodiversidad es la base que sustenta la vida en el planeta. Incluida la nuestra, por supuesto. De ahí que la fulminante aparición del Covid-19, al igual que otros desastres como los voraces incendios en Australia y el Amazonas o la bíblica invasión de langostas en África, nos recuerda lo que sucede cuando alteramos este delicado equilibrio natural.

«Existe el preconcepto de que los ecosistemas son una fuente de amenazas para las personas. Pero son las actividades humanas las que causan el daño real», distingue Ana Di Pangracio, directora ejecutiva adjunta de Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN). Y agrega, sobre el rol sanitario de la naturaleza: «La integridad de los ecosistemas mantiene bajo control las enfermedades al sustentar una diversidad de especies que dificulta que un patógeno se propague. Biodiversidad, ecosistemas y salud humana están íntimamente vinculados. Nuestra salud depende de ecosistemas sanos. Al proteger la naturaleza, nos protegemos a nosotros mismos».

A juzgar por el informe global de las Naciones Unidas sobre biodiversidad de 2019, no nos estaríamos cuidando demasiado. De hecho, la Tierra enfrenta una masiva desaparición de especies causada por la actividad humana. «La sexta extinción», como la bautizó la autora Elizabeth Kolbert, ganadora del Pulitzer por el libro homónimo. ¿Cuál fue la quinta? La de los dinosaurios, hace más de 60 millones de años. Los especialistas estiman que hoy alrededor de un millón de especies de animales y plantas están en peligro de extinción. Y que dentro de la próxima década, una de cada cuatro especies que conocemos podría desaparecer.

La misma suerte están corriendo los bosques. Hoy cubren un tercio de la superficie terrestre y albergan a más del 80% de todas las especies terrestres de animales, plantas e insectos. Pero la deforestación avanza sin freno aparente: en base a imágenes satelitales, se calculó que en los últimos 25 años hemos talado una superficie boscosa equivalente al territorio de Perú. Unos 1,3 millones de km2.

«Argentina es un país muy rico en ecosistemas y en biodiversidad, pero todavía no nos damos cuenta de lo importante que es protegerlo. En cuanto a bosques, lamentablemente somos uno de los países con mayor tasa de deforestación en los últimos años. Necesitamos un cambio urgente», advierte Jorge Bellsolá Ferrer, fundador de Seamos Bosques, una ONG que trabaja con empresas y personas con interés en plantar bosques para compensar la contaminación que generan.

Conciencia natural

Por eso en plena pandemia, este Día Mundial del Medio Ambiente -la fecha más importante en el calendario ecológico, que se celebra el próximo 5 de junio-, la ONU destaca a la biodiversidad como el tema principal sobre el que tenemos que tomar conciencia.

La naturaleza nos está enviando un mensaje, aseguran desde el Programa de Ambiente del organismo. «La deforestación, la invasión de hábitats de vida silvestre, la agricultura intensiva y la aceleración del cambio climático han alterado el delicado equilibrio de la naturaleza. Si continuamos en este camino, la pérdida de biodiversidad tendrá graves consecuencias para la humanidad, incluido el colapso de los sistemas alimentarios y de salud», advierten.

¿Qué podemos hacer para cuidar la biodiversidad (y por ende a nosotros mismos)? No se puede proteger lo que no se conoce, con lo cual el primer paso es informarse, animarse a explorar y tomar contacto con la naturaleza. Para el prestigioso naturalista Claudio Bertonatti, fomentar este vínculo es esencial. «Desde aprender los nombres de los grandes paisajes o ecorregiones del país y sus especies silvestres hasta preguntarnos de dónde vienen las comidas que consumimos o a dónde vamos de vacaciones, son reflexiones que nos deberían despabilar acerca de la escasa valoración que tenemos hacia la naturaleza», sostiene el investigador de la Universidad Maimónides y de la Fundación Azara.

Antes de culpar a un murciélago o de alimentar teorías conspiranóicas, quizás sea momento de escuchar lo que la ciencia tiene para decir sobre la relación entre la biodiversidad y nuestra salud. Como recuerda Bertonatti: «El mundo natural ha sobrevivido más de 4.000 millones de años. Está claro que la naturaleza no nos necesita. Somos nosotros quienes la necesitamos a ella«.

El autor es periodista especializado en sustentabilidad y fundador de www.Aconcagua.lat

Por: Manuel Torino

FUENTE: DIARIO LA NACION

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