#Sustentabilidad #Medioambiente #Bioeconomia #EconomiaCircular #EnergiasRenovables
Una multinacional de consumo masivo que rediseña sus envases para consumir menos -y también permite incentivar a sus jóvenes empleados a dejar de lado las obligaciones del negocio para dedicar tres días al mes al desarrollo de apps gratuitas que ofrezcan soluciones a personas con discapacidad.
Ya no es de vanguardia, ni siquiera una tendencia y mucho menos una moda: el compromiso sustentable se les presenta (y se les exige) a las empresas como una dimensión ineludible de su gestión. Así y todo, evaluar, repensar y transformar el impacto propio no deja de ser una tarea titánica, que implica compromiso, creatividad y osadía.
Quienes mejor lo llevan adelante son las compañías que entienden que significa mucho más que tener un departamento dedicado a temas de responsabilidad social. Se trata, en esencia, de lograr que todas las áreas y todos los miembros de una organización incorporen una visión y un compromiso común, sostenido desde una triple mirada: social, ambiental y, claro, económica. Porque hablar de economía verde versus economía tradicional ya no es aceptable. Es más: no es creíble.
Hace ya unos diez años que la palabra sustentabilidad empezó a estar en boca de todos, pero pocos sabían por entonces de qué se trataba realmente: un “ser o no ser (sustentable)” dividía las aguas, como si los negocios exitosos no pudieran, también, dar balances positivos en lo social y ambiental. Esa concepción de la sustentabilidad escindida o incluso en contra de la rentabilidad económica no va más. La última edición del ranking Global 100, que reconoce a las empresas más sustentables del mundo y es elaborado por la prestigiosa agencia internacional Corporate Knights, demostró que las organizaciones preocupadas por el medioambiente tienden a demostrar un desempeño financiero superior.
Hay también beneficios que escapan a los números pero que impactan directamente en ellos. Por ejemplo, esto que las compañías saben bien, ya sea por las buenas o por las malas: aquellas que logran encarnar un propósito afín a sus empleados, sobre todo con respecto a las nuevas generaciones -que vienen con un chip mental muy seteado en temas como conciencia ecológica, inclusión y diversidad-, son las que más chances tienen de atraer y retener a los mejores talentos.
Hay una nueva economía en marcha. Una que, pandemia de por medio, no hizo más que posicionarse como el único modo posible de hacer las cosas de ahora en adelante. Una forma de hacer negocios en la que la salud (de las personas como individuos y en comunidad, del planeta que habitamos y, también, de los procesos de producción que nos permiten subsistir, ya sea cultivar un alimento o crear una vacuna) es prioritaria. Cada compañía hace su camino y se encuentra en un estadío diferente de transformación. Pero, ¿qué tienen en común las que ya pueden mostrar los resultados de su impacto positivo? En las bases de la revolución sustentable de las empresas, asoman tres pilares.
El primero: la demanda de los propios consumidores, cada vez más informados y conscientes, por acceder a productos “con causa”. Productos pensados, desde su primerísimo primer origen y hasta que llegan a las manos de esos consumidores, con una mirada sostenible que visibilizan a productores, ingredientes y procesos de fabricación. Productos que brindan transparencia y confianza. Y, también, una cuota de satisfacción -o, al menos, tranquilidad- a quienes los compran. Productos que, por otro lado, quizás implican un costo mayor comparado al de otro hecho sin esta dimensión responsable. Pero a no equivocarse: nada es gratis. Lo que no pagamos en la góndola como individuos, lo terminamos pagando en conjunto, como habitantes del planeta. Así las cosas, las organizaciones más avanzadas son las que lograron poner toda su capacidad de innovar al servicio de repensar y rediseñar sus productos, además de crear nuevos, que respondan a esta demanda.
El segundo pilar de la revolución sustentable hunde sus raíces en los principios de la economía circular, que busca optimizar los recursos y minimizar la generación de residuos. Un modelo de gestión eficiente, que reconoce que los recursos son finitos y que no podemos seguir saturando suelos y océanos con basura innecesaria. Las empresas a la vanguardia en todo esto viven a fondo el mantra de la economía circular: recuperar, reciclar, reusar. Y no es una adopción tímida ni “alternativa”.
Los propios miembros de las organizaciones componen el tercer pilar. Porque toda transformación, por más basada en la tecnología o la información que esté, no puede darse si no es, antes que nada, fruto de la idea de una o varias personas. Las empresas más avanzadas en materia de sustentabilidad descubrieron hace tiempo el rol crucial de los “agentes de cambio internos” y no escatiman esfuerzos ni recursos en formar profesionales capacitados, conscientes y motivados que puedan abogar por el impacto positivo desde distintos puntos de la organización.
Así, lanzarse a la aventura de trabajar cada día por un futuro más sostenible (porque, vale aclarar, es una tarea que nunca termina) se vuelve una misión posible y hasta apasionante. #FuturoSostenible se propone recopilar algunos de los casos más exitosos e inspiradores de las empresas de nuestro país. A partir de mañana y durante los próximos días, podrán encontrar todo el contenido que compone este nuevo especial producido por Content LAB a través de lanacion.com y sus redes sociales y LN+.
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FUENTE: DIARIO LA NACIÓN/ARGENTINA