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La pandemia paralizó al Mundo. Todos pudimos observar casi un año atrás como la naturaleza volvía a ocupar lugares invadidos por el Hombre. Los confinamientos invitaron a una profunda reflexión que parece haber quedado atrás. ¿Vamos a garantizar el mantenimiento de los recursos renovables? ¿De qué forma?
Evidentemente nos cuesta. Los golpes que vivimos como planeta son cada vez más fuertes y sonoros. Sin embargo, por momentos, todo parece querer volver a la vieja anormalidad.
La pandemia ha exacerbado la incertidumbre, la desigualdad y la precariedad. En muchos países, se declaman maravillosas viejas soluciones para urgentes nuevos problemas.
Los populismos arrogándose la voz de una categoría inexistente, lábil y de construcción política como “el pueblo”, empobrecen y excluyen a muchos ciudadanos. Ese sujeto colectivo que no existe, desconoce a cada uno de los ciudadanos que todos los días quieren desarrollarse en un medio que parece negar que la educación es el motor del cambio social. Esa construcción mítica alimenta un relato sacralizado de lo político que no permite abordar el siglo XXI y sus necesidades de convivencia global con cuidado del planeta que habitamos.
Ese cuidado del planeta evidentemente nos incluye. El desarrollo sustentable refiere al proceso que busca preservar, conservar y proteger a los recursos naturales para el beneficio de generaciones presentes y futuras. No toma en cuenta las necesidades sociales, políticas y culturales, dimensiones que sí contempla la definición de desarrollo sostenible
Con miras al 2050, la UNESCO recientemente estableció que “el conocimiento y el aprendizaje son los mayores recursos renovables con los que dispone la humanidad para responder a los desafíos e inventar alternativas”
Parecería que muy lentamente evoluciona la conciencia de que esta crisis que involucra a 8 mil millones de personas se resuelve desde las personas. Cuando miramos el planeta creemos que ese momento de disrupción tecnológica y social va a tener que suceder. Que esas ideas superadoras se van a desarrollar y se van a implementar. La pregunta sería como. ¿Estamos abordando el problema en su integralidad? ¿La pregunta por la diversidad y la sostenibilidad incluye toda su complejidad?
Existen algunas premisas que cuentan con gran consenso que vale la pena revisar para analizar si estamos observando todas las caras del prisma.
Hemos llegado a un significativo acuerdo respecto a la necesidad imperiosa de garantizar el mantenimiento de recursos renovables. El sol, el viento, los océanos, la biomasa proporcionan fuentes alternativas sustentables de energía. Existe una creencia generalizada acerca de que el planeta puede moverse a partir de esta energía. Tal vez un análisis más profundo nos lleve a pensar que lo que verdaderamente mueve al planeta es el conocimiento humano, la capacidad de aprender a desaprender para reaprender, la posibilidad cierta de innovar, de evolucionar con mayor rapidez, de alcanzar disrupciones.
La preocupación por proteger a especies en peligro de extinción es global, en mayor o menor medida, todos podemos reconocer este flagelo. Ya existen marcos normativos en la mayoría de los países tendientes a penalizar a quienes no sean capaces de poder contribuir a este objetivo. Tal vez un análisis menos superficial nos lleve a visualizar que la educación y el trabajo tal como los conocimos, tienden a la extinción. El desarrollo tecnológico, el envejecimiento poblacional y los nuevos modos de vida, acelerados por el fenómeno global COVID, muestran que la diversidad debe incluir a la educación y el trabajo. La sostenibilidad depende del respeto y la promoción de la diversidad cultural, biológica (biodiversidad), racial, sexual, religiosa, funcional, y también de diversas formas de adquisición de conocimiento durante toda la vida y diversas formas de trabajo durante un periodo más largo plenitud física y cognitiva. Es necesario incluir en los marcos normativos estas dos dimensiones. Un nuevo contrato social para el siglo XXI debe garantizar la sostenibilidad en ese sentido amplio que incluye la posibilidad de desarrollarse de diversas formas. Es esta diversidad la que garantiza las otras y juntas a la sostenibilidad.
Las Naciones Unidas han establecido los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El objetivo número 4 es el de Educación de Calidad y el número 8 es el de Trabajo Decente y Crecimiento Económico. Los otros 15 objetivos tienen relación directa con la interacción entre educación y trabajo, con una conexión que actualmente es deficiente y requiere innovación. Necesitamos repensar esos sistemas, abrazar las posibilidades que nos da la tecnología, otorgarles flexibilidad y fluidez.
Si la pandemia nos obliga a acelerar los cambios profundos que debemos implementar en ambas dimensiones, la posibilidad del desarrollo sostenible para la región será cierta. Si nos aferramos a conceptos obsoletos, la posibilidad de caer en la trampa de la vieja anormalidad será concreta y las consecuencias para las próximas generaciones muy graves.
Todos los actores sociales debemos ser garantes de los recursos renovables más valiosos para la transformación de nuestra región. La construcción de nuestra vida post pandemia es ahora.
Por Martin Padulla
FUENTE: STAFFING AMERICA LATINA