#Saesa #Bosch #EnergiasRenovables La nueva generación eléctrica, sea con #combustibles #fósiles o #limpia, movilizó al empresariado, que rivaliza por el protagonismo de una u otra modalidad. Hay quienes creen que la #energía verde es «un capricho moderno del macrismo». Con todo, las dos formas son imprescindibles para mantener el parque eléctrico del país.
«El esfuerzo económico y cultural para transformar el parque eléctrico es enorme y no puede ocurrir en pocos años. La economía de regiones enteras del país depende de la explotación de los hidrocarburos fósiles que alimentan el 98% de la generación eléctrica» Juan Bosch, titular de Saesa.
Hay un cálculo que es revelador y, al mismo tiempo, urticante para quienes diseñan la política energética. La energía que se consume para fabricar un panel fotovoltaico es superior a toda la electricidad solar que puede generar ese dispositivo en su vida útil. «¿Cuánto empleo genera un parque eólico? ¿Cuál es el rédito económico inmediato de importar los molinos aerogeneradores u otros bienes de capital para la electricidad limpia, si no ayuda a la industria local? Apurar la energía verde es un capricho modernista del macrismo».
El comentario corresponde a un petrolero que, como muchos de sus colegas, también está incursionando en el nuevo espectro de negocios privados que abrieron las convocatorias oficiales para aumentar la capacidad de generación eléctrica en la Argentina por las dos fuentes factibles: térmica y renovable. El hombre de empresa, interlocutor frecuente del ministro Juan José Aranguren, habla con fundamentos técnicos pero también con el corazón: pertenece a un grupo empresario que acaba de presentar un proyecto para construir una usina a gas.
La iniciativa tuvo el marco de las manifestaciones de interés expresadas en el marco de la resolución 420 del ministerio de Energía para testear el humor empresario de desarrollar iniciativas en el rubro. Según la visión oficial, un éxito rotundo.
«Unos 89 grupos empresarios presentaron en total 196 ante-proyectos que incluyen distintas variantes de generación que suman 34.834 MW de nueva potencia térmica, un valor superior al total de generación eléctrica instalada en todo el país», celebró Energía en un comunicado.
Aquel vocero en off está en el bando de los que creen que Argentina tiene combustibles fósiles para rato y es absurdo exagerar la proliferación de renovables (solar, eólica, biomasa) despreciando el gas o los sustitutos más caros como el gasoil o el fueloil. Insumos que, justamente, proveen las petroleras.
Sin embargo, la división de la tribuna patronal no es tan tajante. Las productoras de hidrocarburos y sus derivados también apuestan a los formatos verdes. Empezando por las dos más robustas del mercado local: YPF y PAE, sólo por citar un ejemplo, desarrollan también campos eólicos. Adecco, Sadesa, Pampa Energía, SoEnergy , Enel o MSU Energy están entre las varias firmas que tienen una pata en cada orilla. Nadie quiere quedar fuera del negocio generador, más allá de cual sea su cosmovisión técnica.
En su primer año de gestión, el Gobierno organizó licitaciones para aumentar la oferta eléctrica por ambas vías, movido por dos propósitos. Uno es la urgencia de aumentar la potencia instalada para evitar cortes del servicio eléctrico por generación insuficiente. Otro de los afanes oficiales es cumplir con los compromisos internacionales para disminuir la contaminación, asumidos en la Convención de París. Para que Argentina contamine menos tiene, entre otras cosas, que moderar el uso de energía fósil.
El espíritu verde es un rasgo fuerte de la identidad marcrista, probado no sólo en la creación del ministerio de Ambiente, a cargo de Sergio Bergman.
Gran parte de la nueva energía eléctrica que se incorporará al sistema será renovable. Según el plan oficial en los próximos ocho años se multiplicará por diez la potencia de esta fuente, en una carrera veloz. En el 2015 representaba sólo el 2% de la matriz eléctrica y diez años después llegará al 20%.
Otro paso gubernamental en similar sentido fue imponer a los grandes usuarios la obligación de cubrir el 8% de su necesidad energética con carburantes limpios, reivindicados en el actual encabezado de todos los documentos oficiales: «2017, año de las energías renovables».
Pero el macrismo no claudicó ante la moda y el convite oficial para seducir oferentes fue muy atractivo en todos los concursos para ampliar la oferta eléctrica.
A través de Cammesa (Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico Sociedad Anónima), a los generadores se les garantiza la compra de su producción por cierta cantidad de años, a una tarifa en dólares y ajustable, lo que acota el riesgo. Y en el caso de las renovables, se les da, adicionalmente, el espaldarazo de ventajas fiscales concedidas por un decreto de necesidad y urgencia, pero luego convalidado por el Parlamento con aval opositor.
Casi u$s 60 promedio el mega para la electricidad renovable (el precio base va variando en el curso del contrato) y con un ajuste del 1,7% anual en moneda dura implica una rebaja respecto a lo que costaba hasta el momento. Aunque sigue siendo onerosa en relación a otras fuentes, según remarcan sus detractores.
Más allá de la rivalidad coyuntural de quienes están en un lado u otro del negocio, las alternativas no son opuestas sino complementarias y el punto de debate está en cómo se hace la transición de una matriz prioritariamente fósil a otra menos contaminante.
Los especialistas coinciden en que es técnicamente inviable transformar repentinamente el parque eléctrico. «El esfuerzo económico y cultural es enorme y no puede ocurrir en pocos años. La economía de regiones enteras de la Argentina depende de la explotación de los hidrocarburos fósiles, que alimentan el 98% de la generación eléctrica», sostiene ante este diario Juan Bosch, titular de Saesa, trader de energía.
Hoy la regulación operativa del sistema se hace con energía térmica o con centrales hidráulicas de gran porte (también lesivas del medio ambiente). Y mientras no existan modos eficientes de almacenar el producto de molinos eólicos o paneles solares, serán imprescindibles las turbinas alimentadas a gas o líquidos para estabilizar el sistema, evitando apagones que serían ineludibles de otra forma.
Con esa idea bosquejada por Bosch comulga también el ambientalista Roque Pedace, quien en una entrevista a un sitio especializado sumó otro argumento que equilibra la balanza entre ambas opciones.
«En cualquiera de las alternativas hay o equipos importados o combustible que se pacta en dólares, a veces con refinadoras multinacionales. La clave es desarrollar en Argentina la fabricación de esos bienes de capital. Como hizo China».
La nueva generación a precio fijo en moneda dura -valor que hoy garantiza de hecho el Estado a través de Cammesa, pero con contratos que serán transferidos a los compradores privados en un tiempo- despertó el apetito en la tribuna empresaria como el olor al pan recién horneado. Tanto que en las aludidas manifestaciones de interés, se incluyeron osadas propuestas de construir usinas a carbón. Un presunto sacrilegio para quienes tienen un green heart.
por CLEDIS CANDELARESI
Fuente: Cronista